viernes, 28 de noviembre de 2008

mundano, na.

(Del lat. mundānus).

1. adj. Perteneciente o relativo al mundo.

2. adj. Dicho de una persona: Que atiende demasiado a las cosas del mundo, a sus pompas y placeres.

(...)

Diccionario de la R.A.E.

Otros planetas

Supongo que, después de conocer de oídas una ciudad, es inevitable tener prejuicios antes de visitarla o en el mismo momento de hacerlo. Ciertamente, en lo que se refiere a Bailén, que es el tema que nos ocupa hoy, adquiere muchos más matices al asociarla a una persona e imaginar durante mucho tiempo lo que te han contado una y mil veces.

Llegar a Bailén es gratificante ya con solo sentir alivio después de jugarte la vida en el barranco de Despeñaperros el cual, pese a ir a paso tranquilo y con el cinturón puesto, hace desconfiar después de ir durante dos horas por la llanura. De un vistazo, sabemos que entramos en un pueblo desde el mismo momento que vemos casas bajas, gente que cruza la calle sin mirar y hace parar el coche y perros asilvestrados que tienen más cuidado que los propios peatones.

Bailén es un pueblo afable, sencillo, sin florituras urbanísticas pero bastante ornamentado (acostumbrado a las casas sobrias castellanas). Resalta, a los ojos del espectador poco prolijo por esos lares las fachadas alicatadas (algunas con más gusto que otras) y un acento andaluz poco conocido, muy diferente al de Cádiz o Sevilla (los cuales en algunos momentos han llegado a cansarme, ya sólo por su mitificación folklórica). Éste, tiene una dicción más melódica, menos jaspeante y por supuesto totalmente carente de eses al final de palabra, ya sean plurales, conjugaciones o llanas o esdrújulas. Totalmente recomendable una conversación de bar del tipo Chusteh e un ná, y de que el Madrid no pué jugá asindemal.

Por sus calles, sorprende la gente joven, cosa que, para este tipo de pueblos es algo de lo que enorgullecerse. Para ellos, el ritmo de vida es como el de la gente cualquier pueblo de tamaño similar: los cuatro o cinco sitios de reunión (polideportivo, plaza o bares, según la edad), y el ritmo repetitivo que a cualquier animal de ciudad le volvería loco en menos de una semana.

Bailén se levanta soleado en mi paseo improvisado. Sorprende su luz, que no se esconde entre altos edificios. Los ancianos empiezan a llenar las plazas y hablan entre ellos en corrillos, chavales con chándales bien marcados con grandes letreros se dirigen a jugar al fútbol, al balonmano, baloncesto. Los padres pasean con sus hijos pequeños. Pasa el coche de la policía, el que conduce conoce al que en ese momento está sacando el perro, se para en medio de la calle y hablan, ambos gesticulan ávidamente y ríen, el coche arranca de nuevo…

Se podría decir que esto es una estampa normal del planeta Tierra, será porque llevo tiempo sin pisar un planeta como este que me sorprende.

Enhorabuena Marina.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Elogios

En un elevado porcentaje de los casos, un elogio es un intento de manipulación más o menos camuflado, una burla más o menos camuflada... o ambos.

Y yo añadiría que una crítica incipiente (Asmodeus VonVilla)

viernes, 7 de noviembre de 2008

Trois couleurs: Rouge

Krzysztof Kieślowski (1994)

Por fin he visto la tercera parte de esta trilogía de la que ya hable hace un tiempo, Trois couleurs. Después de una segunda parte que, pese a no llegar al grado de decepcionar, no queda más que una mal sabor después de la primera, la tercera esperaba ser la puntilla final a una trilogía que, empezaba bien pero que parecía iba a terminar por estropearse debido a la insistencia de los autores a no dejar las cosas bien hechas como están...

Rouge es el final del círculo de la visión de este autor sobre los tres valores que alumbraron a la actual Francia y que, desgraciadamente, ya han caído en el misticismo. El tercero y último, la fraternidad, es el eje de esta historia donde Valentine (una Irene Jacob fabulosa, que es prima hermana, en lo físico y en lo interpretativo, de Juliette Binoche) es el eje de una historia bastante coral. Lo que le pase, no es cuestión de contarlo aquí, pero solo decir que, junto a Jean Louis Trintignant borda una actuación basada en el gesto, propia de un cine visual, parco en palabras pero lleno de contenido, con una fotografía otra vez excelente y una forma de narrar muy lograda, sin adornos (esas estupideces que podemos ver en películas como Amélie), sin giros incongruentes y con una precisión milimétrica de la información dada, para decir cada cosa en su momento y para dejar al espectador satisfecho. Tal y como nos tienen acostumbrados en las dos películas anteriores, vuela sobre toda la trama, el eterno dilema del destino, del verdadero amor y la felicidad, que están, a mi modo de ver, mucho más presentes que los tres en los que dicen están inspirados los tres capítulos.

Nuestro amigo Krzysztof Kieślowski lo vuelve a conseguir, y por su nacionalidad no diríamos que esto es cine francés, ya que es polaco, pero sí que lo es. Después de toda la basura que se hizo en este país respaldada por la tan recurrida excusa de la innovación, conseguirán hacerme creer que han hecho (hicieron a principio de los 90) propósito de enmienda.

En fin, una trilogía interesante y de gran calidad, apta para saborear y disfrutar.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Tanta esperanza... desespera.

La búsqueda de identidad siempre ha sido algo traumático, me incluyo entre los casos más típicos. Tanto las personas en si mismas, así como las instituciones, los gobiernos o las naciones son, a lo sumo, colectivos donde la contradicción reina a sus anchas.

Contradicción es que hoy, feliz, o tristemente, eso el tiempo nos lo dirá, los sufridos habitantes de este nuestro país tan querido hayan votado a Barack Obama. ¿Busca este país una nueva identidad, más abierta y razonable? ¿Está dando tumbos sin ton ni son de un extremo a otro? ¿Es (será), por tanto, el nuevo presidente tan diferente a lo que fue el denostado Bush?

Mi opinión al respecto no difiere de la de cualquier escéptico acérrimo, no tengo ni tanta esperanza en el cambio, ni tanta fe en el futuro, ni siquiera la impresión de que tenga intención de provocar ningún cambio de verdadera importancia. Todo este halo de cambio y futuro prometedor es mero electoralismo.

Necesito de hechos, de realidades, la ilusión y las intenciones son útiles pero efímeras; las consecuencias, y nada más, es lo que entra en los libros de historia. Lo demás quedará en las hemerotecas.

Mucha suerte.

martes, 4 de noviembre de 2008

Una reina en el jardín

Estando muy manido ya el tema del arranque de sinceridad de esta nuestra reina para con sus súbditos, valga aquí mi alegato a favor del sentido común. Una señora de setenta años, con más de treinta de ellos como reina consorte (con todo lo que ello implica), pues si no ha salido loca, le atribuyo el mérito. Pese a mi disconformidad con ella en muchas de sus salidas de pata de banco la mujer no es muy diferente en ideas a la gente de su generación, que, no nos engañemos, dejan bastante atrás el sentido común mencionado antes, nuestro sentido común.

Pero lo que más gracia me ha hecho y lo que menos se ha comentado es esto:

"No hay que ser republicano ni monárquico, sino cons-ti-tu-cio-na-lis-ta. Hasta el sindicalista o el comunista más acérrimo, si está con la Constitución, tiene que estar con la Monarquía, que es lo que ahí pone. (...) Hoy, un republicano en España está tan fuera del contexto actual del país como... un monárquico en Francia. Para los republicanos, nadie tiene derechos de cuna. Ahora bien, cuando esos republicanos son ricos, o tienen un negocio, o una casa, ¡bien que dejan las propiedades en herencia a sus hijos! Coherencia, pues"

Veamos:

“que es lo que ahí pone”: qué chorro de naftalina a propulsión. Además, que cara más dura la que dice esto en la posición en la que está, claro ejemplo de aprovechando la coyuntura

“Hoy, un republicano en España está tan fuera del contexto actual del país como... un monárquico en Francia”: evidentemente, allí os cortaron la cabeza, aquí vinisteis como inmigrantes, y os habéis adaptado bien, fíjate.

“Ahora bien, cuando esos republicanos son ricos, o tienen un negocio, o una casa, ¡bien que dejan las propiedades en herencia a sus hijos!”: creo que es la incongruencia más grande que he oído en mucho tiempo, defender la monarquía basándose en el derecho a herencia. Pornográfico.

No vamos a engañar a nadie si decimos que una vez pasadas las heroicidades de la oportunidad histórica que supo aprovechar, en beneficio de todos, nuestro actual Jefe de Estado, la Monarquía se ha mantenido en este país a base de silencio.

Coherencia pues.

Cuando no había toberas...

"La Tierra es la cuna de la humanidad, pero no podemos vivir para siempre en la cuna."

Konstantín Tsiolkovski - Precursor de los motores a reacción

domingo, 2 de noviembre de 2008

"Sólo voy a decir -y todavía no he escrito sobre este tema- que, mientras los demócratas y en primer lugar Clinton, me repugnan con lo que llamo su 'política de boutique' -un poco de aquí, un poco de allá, y todo servido con grandes dosis de gilipollez por encima-, los replubicanos son una monstruosidad psicótica. Por un lado, son Dios, bandera y familia -aunque pocos de ellos reconocería a Jesucristo si estuviera haciendo pis en el retrete de al lado-. Como políticos, engañan como conejos a sus esposas y sus familias. Pero da igual, ¿de qué sirve un político si uno no puede ganarse la vida siendo un hipócrita?"
Norman Mailer (1923-2007)

sábado, 1 de noviembre de 2008

Trois couleurs: Bleu

Krzysztof Kieślowski (1993)

Es poco frecuente, pero a veces ocurre. El cine se manifiesta en una de las formas más arriesgadas, una de las pocas manifestaciones en las que una película se pone al borde del precipicio para apostar el todo o nada.

Normalmente, en estos casos, el riesgo entraña catástrofe, este tipo de películas acaban en un batacazo tan grande que dan pena y machacan la paciencia de uno, sobre todo si se ha sentado con ganas de ver algo que pueda recordar años después o por lo que merezca la pena morirse de frío en pleno noviembre en casa de uno.

Que una película haga ambas cosas, que se arriesgue a acercase a ese límite y que además no traspase esa línea, que sea capaz de frenar, equilibrarse y andar tan cerca del caos con magnificencia y maestría es algo infrecuente entre lo poco frecuente, valga la redundancia, algo muy difícil de ver.

Bleu es la primera de una trilogía poco conocida para el gran público (yo incluido hasta ahora) titulada Trois Couleurs. En ella el director Krzysztof Kieślowski intenta recoger la esencia de los tres ideales revolucionarios franceses. Blanco y rojo, como ya supondréis recogen los dos últimos, dejando la libertad para esta película.

Poco hay que contar de la historia, el hilo argumental es tan interpretable que resumirlo es completamente inútil, la protagonista, el amigo compositor, el marido muerto, la prostituta, la amante… parece una historia corriente, así como su final, que, aunque quede abierto de una forma magistral, sin dejar la historia inacabada, queda lleno de preguntas.

Nuestro ya amigo de nombre impronunciable consigue con esta grabación una historia visual, en la apetece guardar cada fotograma. Cada uno es ejemplo de maestría en la utilización del color y de la luz. Este manejo no solo es un deleite visual para el espectador sino que su composición participa en la historia reflejando el estado de su personaje principal, transportándolo, como si el guión estuviera escrito a través de la fotografía y no al contrario, dejando a Juliette Binoche como directora de orquesta, comiéndose cada escena con su gesto frío, triste, azul. Deja para esta historia una identidad difícil de definir, fantasmagórica y radiante.

Andaremos por el precipicio desde el comienzo, a mitad de la película el interés decae un poco y estamos a punto de precipitarnos, pero acabaremos satisfechos de habernos arriesgado, y con ganas de más.

Estoy deseando ver la trilogía entera.