martes, 23 de junio de 2009

23 de Junio, 1985

Alrededor de las 07:14 hora del meridiano de Greenwich, “squawked 2005” la señal del transponder el Boeing 747 de la compañía Air India que cubre la ruta Toronto-Bombay desaparece del radar del del International Shannon Airport (Irlanda) sin emitir ningún tipo de señal de alarma o mayday.

Los 307 pasajeros y 22 tripulantes de la aeronave murieron cayendo a aguas del Atlántico, pocos minutos después el ATC activa el protocolo de alarma y se pide a los cargueros de la zona que verifiquen el suceso. Menos de dos horas después el Laurentian Forest descubre un escenario dantesco de hierros, maletas y cuerpos flotando a unos 190 kilómetros de la costa del condado de Cork.

Muchas casualidades se dieron para tal fatal suceso, entre otras, que la maleta portadora de la bomba fuera aceptada en el check in del aeropuerto de Vancouver pese a que su propietario estuviera aún en la lista de espera del por entonces habitual overbooking, también, que el avión se retrasara 55 minutos, lo que provocó que aún no hubiera entrado en el espacio aéreo británico. Si el avión no se hubiera retrasado, el artefacto hubiera explotado con el avión haciendo escala en Heathrow tal y como lo hizo ese mismo día otro en el aeropuerto de Narita, Tokyo, matando a dos operarios.

No fueron encontrados responsables de la matanza vivos y el juicio, el más caro de la historia canadiense hasta el momento duró casi veinte años, la pena más dura fue para el fabricante de los dos artefactos. Terminó su condena en 2007 saliendo de la cárcel sin emitir declaración alguna. El resto de los imputados fueron declarados inocentes por falta de pruebas.

A la misma hora que este avión desaparece del radar, un celador bigotudo y sudoroso acaba de terminar el turno de noche, corre a través de los pasillos de un hospital con un ya retirado uniforme a medio cambiar y una felicidad impaciente en su cara, su segundo hijo acaba de nacer.

Es innegable que el poder del destino nos pone en diferentes lugares definiendo casi todo, incluso la vida o la muerte, ese niño jamás conoció la tragedia hasta hoy y pocas veces ha pensado durante su vida qué derroteros de la ciencia, la mística o el más libre albedrío le hicieron nacer en ese momento, en ese lugar y no en otro, con ese aspecto, de esa forma.

Ese niño terminó siendo aeronáutico, pacifista y especializado en armamento, digamos que pese a ser muy cruel a la realidad nunca le faltó ironía.

1 comentario:

Rous dijo...

Nunca se sabe lo que nos deparará el destino, sólo cabe desear que sea algo bueno :)
muchas felicidades!